
Ansó VIII – calle Navarra
Es la más oriental del tridente de calles paralelas que, con la calle Mayor y Arrigo, desembocan en la Iglesia de San Pedro.
Discurre junto al río Veral, elevada sobre su margen izquierda. Desde la calle Navarra parten callejones y escaleras en pendiente que bajan hasta el puente sobre el río, entre pequeños huertos urbanos, o hasta el parque del Molino Viejo, junto a la presa, una de las varias zonas de baños donde se amansa en refrescantes pozas en las que, con las piscinas municipales, se reparten los bañistas en las tardes de verano.
La calle Navarra es también la mía, donde habito en mis etapas vacacionales ansotanas.
Mi pequeño balcón de pino mira a la frontera verde que es el monte que nos separa del valle del Roncal, por el que trepa la carretera. En los prados, sobre el río, algunas ovejas parecen manchas blancas sobre el césped. Es verano, y en las mañanas limpias y despejadas planean en el cielo una pareja de pequeñas aves rapaces, quizás milanos, con sus vuelos elegantes, sin batido de alas, silenciosas, vigilantes, al acecho. No alcanzo a ver el río, me lo impiden las casas de enfrente y la torre medieval vecina apoyada entre la panadería de Mendiara, con aromas de rosquillas y pan tierno, y la de Josefina, que cuando la ocupa su hija Silvia, sus perros lanudos me miran desde el balcón corrido con absoluta indiferencia, como si no me conocieran de nada, a pesar que cada día nos cruzamos en sus paseos y me paro a conversar con sus dueños.
Esta inspección matinal decide si el día es adecuado para salir a pintar, que lo es casi siempre en verano.
Si de madrugada ha llovido, el paisaje cambia. El aire está impregnado de humedad y en los montes se enredan las nubes bajas entre las hayas, los pinos y los picos rocosos del horizonte norte, hacia Zuriza, que es el recorrido de la calle desde mi casa. Esta vista hacia el norte, pero en un día claro, es la que reproduzco en la acuarela que utilizo como imagen de cabecera para ilustrar esta entrada de blog dedicada a la calle Navarra. Está tomada desde el balcón de mi vecino Ángel, posición algo más elevada y espacio más amplio y saliente que el mío. La toma esboza tejados y balcones vecinos, la chimenea de casa Saletas, la calle. Al fondo de la imagen, las laderas verdes y los montes que bordean la margen derecha de la carretera que conduce al valle de Zuriza.
Nos despedimos hoy en la calle Navarra. Espero poder reencontrarnos la próxima vez en la calle Milagro, el “Barrio Bajo”, cuyo nombre solo obedece a que está a menor altura, más bajo, pero es igual de selecto y atractivo que el “Alto”. Saludos.